sábado, 6 de junio de 2009

LA IGLESIA COLONIAL EN EL PARAGUAY.

LA IGLESIA COLONIAL
La Iglesia Católica, desde los albores de la conquista y del mestizaje, jugó un rol destacado en la integración del indio, en la difusión y la afirmación de la cultura de Occidente en la formación de una conciencia nacional en el Paraguay. Se justifica pues, que se dé noticia acerca de su establecimiento y estructura en el país y del desarrollo histórico y la acción del clero secular y las órdenes religiosas.
El Regio Patronato Indiano atribuía a los monarcas españoles la presentación al Papa de los candidatos a Obispos a su cambio de sede, y facultades de decisión en materia de integración de Cabildos Eclesiásticos, erección de conventos, pese a retención de Bulas y demás documentos pontificios, y en otros asuntos de gobierno de la Iglesia de América. El Gobernador del Paraguay, por su parte, ejercía el derecho de presentación ante el Obispo para cubrir curatos vacantes.
La diócesis de Asunción fue fundada en 1547, designándose entonces para regirla a Fray Juan de Barrios que desde España dispuso el año siguiente la erección de la Catedral, con su correspondiente Capítulo o Cabildo. Como el mismo, antes de embarcarse para acá, obtuvo su traslado a Nueva Granada, el Paraguay careció de Obispo hasta 1556, año de la llegada de Fray Pedro Fernández de la Torre con una comitiva de clérigos y frailes.
La Catedral tenía su Cura Rector, y el Capítulo o Cabildo se constituyó en 1572 con Deán, Arcadiano y dos Canónigos, a los cuales en el siglo XVII se sumaría el Chantre y el Tesorero, ya previsto en la resolución del Obispo Barrios, desde 1548.
En la capital había dos parroquias no territoriales, con jurisdicción sobre toda la campaña, la de la Anunciación o Encarnación, de españoles, entendidos por tales también los criollos y los mestizos asimilados, y la de San Blas, de naturales, para los indios yanaconas y los negros y mulatos, libres y esclavos, y demás “castas”, Después de 1770, al ir creándose las parroquias rurales, aquéllas quedaron circunscriptas a la ciudad misma y zona suburbana.
Pasado el período de lo conquista, dividida la “Provincia Gigante de las Indias” y destruidas por los portugueses las poblaciones del Guairá, durante casi cien años subsistió en el interior un solo curato de españoles y naturales, el de la Villa Rica del Espíritu Santo, a cargo de un Vicario. Las fundaciones del siglo XVIII determinarían el consiguiente aumento del número de este tipo de parroquias.
En 1660, existían en la jurisdicción de la diócesis paraguaya 23 curatos de indios, correspondientes a 25 pueblos o reducciones, a cargo de clérigos seculares, franciscanos y jesuitas.
Las rentas episcopales y parroquiales eran mínimas, a punto tal que en el siglo XVII hubo que fijar al Obispo una corta asignación a pagársele por las Reales Cajas de Potosí.
A esta penuria material, deben sumarse las frecuentes y prolongadas as vacancias de la sede, suplidas por Gobernadores Eclesiásticos o Provisores y Vicarios criollos o por el Cabildo de la Catedral. La de mayor duración se extendió desde la muerte del obispo Casas, en 1686, hasta el arribo del obispo Palos, en 1724, vale decir por espacio de 38 años.
Con tan magros recursos y en tan grande desamparo, pero con el abnegado tesón de clóricos y religiosos, la Iglesia Católica acometió la formidable tarea de la cristianización del indio y su integración a la nueva sociedad que se estaba formando, y alcanzaría éxito en su empeño.

EL CLERO SECULAR.
Formaban parte del clero secular sacerdotes oriundos de la provincia, el primero de los cuales se ordenó hacia 1585 y fue seguido por otros 23, en 1598, criollos de otras partes de América y españoles peninsulares, aun que con el correr de los años la mayoría de paraguayos se acentuaría cada vez mas. Su gravitación fue grande, tanto en lo espiritual como en el campo de la cultura y aún en la misma vida política colonial. El Cabildo de la Catedral de Asunción, establecido en 1572, principal órgano de expresión del clero secular, se mantuvo ininterrumpidamente hasta su extinción material, en 1868, por fallecimiento de todos sus miembros sin que fueran sustituidos.
Se constituyó el mismo, inicialmente, con los PP. Francisco González Paniagua, Deán, y Alonso Segovia, Diego Martín y Francisco Prieto, Canónigos. Pocos años más tarde, llegaría el poeta Martín Barco de Centenera con un título le Arcediano, pero regresaría pronto a España. En 1610 componían la comparación dos sacerdotes peninsulares, los PP. Pedro Fontana de Zárate, Deán, y Pedro Manrique de Mendoza, Arcediano, ambos naturales de Castilla la Vieja, y en el ejercicio desde 1598, y dos Canónigos criollos, hijos de conquistadores, los PP. Felipe Franco y Francisco Resquín. En la década inmediata, entraron a cubrir vacancias otros clérigos paraguayos, los PP. Pedro de Sierra y Ron y Pedro González de Santacruz.
Además de las funciones del Cabildo Eclesiástico, los sacerdotes seculares desempeñaban los dos ya mencionados curatos de la capital el de españoles de la Anunciación y el de naturales de San Blas, que aparejaban la atención espiritual, de la población campesina de los “valles” y “pagos” circundantes, y el de la Villa Rica del Espíritu Santo, y en el siglo XVII tenían a su cargo los pueblos de indios de Yaguarón, Altos, Yois, Petín (Pety) o Ypané, Guarambaré, Yvyrapariyara, Terecañy, Perico, Arecayá y vahos más, algunos de los cuales desaparecerían en ese tiempo.
Primer capellán de la recién fundada Asunción fue el sacerdote portugués Francisco de Andrada, y hemos mencionado antes a sus contemporáneos Luís de Miranda de Villafaña, el más antiguo poeta conocido de la Cuenca del Plata, y Juan Gabriel de Lezcano, dramaturgo, músico y maestro de niños. De comienzos del siglo XVII es el P. Francisco de Zaldívar, ya recordado al ocuparnos del “estudio para la gente moza”, y de mediados de la misma centuria, el Lic. Gabriel de Peralta, que integró sucesivamente los Cabildos Eclesiásticos de Asunción y Buenos Aires, gobernó ambas diócesis en sede vacante y participo de la junta de teólogos y lenguaraces que en 1656 analizó el ’’catecismo’’ de Bolaños. En la generación siguiente, alcanzó similar relevancia y autoridad el asunceno José Bernardino Servín (1643 - 1705), el primer doctor paraguayo, de quien ya hemos dado noticia. Durante la Revolución ‘Comunera del siglo XVIII, eran las figuras más influyentes del clero secular el Dr. Antonio González de Guzmán, Deán, y el Dr. Juan González Melgarejo, promovido después a Obispo de Santiago de Chile, en tanto que el P. Juan Jasé de Vargas Machuca inspiraría el último intento comunero en 1747. Todos los sacerdotes aquí mencionados eran paraguayos de nacimiento.
De la segunda mitad del siglo XVIII, merecen especial recuerdo otros tres paraguayos: el Dr. Carlos Penayos de Castro, que levantó el magnífico templo de Yaguarón y allí recibió sepultura en 1772, y los PP. Antonio Fernández de Valenzuela, a quién se debe la población cordillerana que perpetúa su apellido, y Amancio González y Escobar (1731 - 1806), cura de Emboscada y fundador de la reducción de Melodía, que dejó un “Diario” parcialmente publicado en nuestro tiempo.
En el siglo XVIII, el clero secular tomó a su cargo los curatos de las villas y poblaciones que se fueron fundando (Villeta del Guarnipitán, Curuguaty, Villa Real, lgatimí, Remolinos, Ñeembucú, Ycuámandiyú y Cuarepotí) y las parroquias rurales establecidas, como ya se ha referido, desde 1770, y compartió con los franciscanos la atención de las antiguas reducciones jesuíticas.
Conviene, así mismo, tener presente que la dirección y la enseñanza del Real Colegio Seminario de San Carlos (1783—1822), salvo casos excepcionales, estuvieron a cargo de sacerdotes seculares.
En las jornadas emancipadoras de 1811, a tres clérigos paraguayos, el Dr. Francisco Javier Bogarín y los PP. Manuel Antonio Corvalán y José Agustín Molas, les cupo sobresaliente actuación.
La labor evangelizadora del clero secular es generalmente ignorada en la historiografía paraguaya y constituye acto de justicia reivindicarla.

BIBLIOGRAFIA
Andrés Millé, “Crónica de la orden franciscana en la conquista del Perú. Paraguay y el Tucumán, y su convento del antiguo Buenos Aires 1212-l800)”
José W. Colnago, “El templo de la Merced y cuenta historia’’.

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