miércoles, 5 de agosto de 2009

La Educación Paraguaya en el Periodo 1900 - 1935

La instrucción primaria y normal.
La enseñanza media y profesional.
Institutos privados.
Las escuelas de comercio.
La Universidad.
Establecimientos militares de enseñanza.
Profesores contratados y becarios paraguayos en el exterior.


LA INSTRUCCION PRIMARIA Y NORMAL
Desde comienzos del presente siglo, pese a todas las alternativas de nuestro desenvolvimiento político y económico, la instrucción pública ha ido en sostenido incremento.
El sistema de escuelas graduadas, con maestros diplomados o asimilados a ellos, fue desalojando a las anteriores, de aula única y a cargo de preceptores improvisados, de ninguna formación pedagógica. De las escuelas normales que se abrían, iba egresando el personal docente capacitado y las escuelas superiores de las cabeceras de partidos, así como también las medias y elementales de barrios y compañías rurales, ponían la instrucción primaria al alcance de la niñez paraguaya.
En 1901, había 25.137 alumnos inscriptos en las escuelas de toda la República. En 1910, eran 52.000, y en 1930, 108.222. En l910, alcanzaba a 428 el número de escuelas del Estado y a 41, el de las particulares. En 1920, funcionaban 583 escuelas públicas, con un total de 1.154 secciones, y en 1932, eran 768 las escuelas primarias del Estado, casi todas.
De doble turno, con 1.524 secciones, y 59 las privadas (4). En 1900, enseñaban 557 maestros, en su inmensa mayoría sin titulo habilitante; en. 1910, 987; y en 1930, 2.452, entre las cuales era ya crecida la proporción de poseedores de diploma profesional.
En todo este proceso de fomento educacional, han tenido favorable, incidencia la creación del Consejo Nacional de Educación, dispuesta en 1899, y la Ley de Educación Obligatoria, de 1909.
Como ya hemos referido, la formación profesional de los maestros comienza en 1896, con el establecimiento de dos Escuelas Normales, masculina y femenina respectivamente, unificadas en, 1909 en un instituto de alto nivel científico y de coeducación de los sexos.
Los mejores egresados de las primeras promociones de maestros pudieron seguir cursos de perfeccionamiento y obtener títulos de mayor categoría en el extranjero, especialmente en la Escuela Normal de Paraná (República Argentina). Mas en la segunda década de nuestro siglo se habilitaba el ciclo superior del Profesorado y el centro formativo central pasaba desde 1919 a denominarse Escuela Normal de Profesores “Presidente Franco”, como homenaje al extinto gobernante que llevara adelante la iniciativa y al eminente educador que había reformado los planes de la enseñanza media.
Al mismo tiempo y de modo gradual, se fue extendiendo la enseñanza normal al interior y para 1920 funcionaban escuelas de esta especialidad en Villarrica, Pilar, Concepción, Encarnación, Barrero Grande (hoy Eusebio Ayala) y San Juan Bautista de las Misiones, de nivel elemental las cuatro últimas, pero que más tarde alcanzaron categoría superior.
Todas las escuelas normales tenían anexas una o dos secciones primarias completas, las cuales funcionaban como cursos de aplicación de aquéllas y se hallaban atendidas por el personal docente más capaz de la época.
Los planes y métodos de la educación primaria, establecidos en 1896 sufrieron reformas en 1915 y 1922, en esta última oportunidad conforme a las más modernas corrientes pedagógicas. También en 1922 se revisaron las bases y los procedimientos de la enseñanza normal, Mas ésta recibiría su orientación definitiva con la reforma de 1933 que mantuvo su vigencia por espacio de un cuarto de siglo. A partir de esa fecha, toda escuela normal contaba con un curso preparatorio; con cuatro años más de aprendizaje teórico-practico, se alcanzaba el título de Maestro Normal, y con la aprobación de otros tres años adicionales de estudios, se llegaba a Profesor Normal, cuyo diploma habilitaba para el ingreso en la Universidad para el ejercicio de la cátedra secundaria y para el desempeño de las funciones directivas de la instrucción pública.
Entre los pedagogos que influyeron más notoriamente en el desenvolvimiento y progreso de la enseñanza primaria y normal, corresponde tener presentes a Manuel Amarilla, Adela y Celsa Speratti, Estanislao Pereira, Ernesto Velázquez, Josefa Barbero, Juan R. Dahlquist (argentino), Catalina Q. de Domínguez. Concepción Silva de Airaldi. Manuel W. Chaves, Manuel Riquelme, Ramón I. Cardozo. Inocencio Lezcano, Aparicia Frutos, María Felicidad González y Cármen Garcete. Posteriores a ellos son Rosa Ventre, Máximo Arellano, María Rodiño, Emilio Ferreira, Lidia Velázquez, Adolfo Avalos, Gaspar N. Cabrera, Espíritu Núñez Riera y Emiliano Gómez Ríos, todos los cuales alcanzarían funciones de responsabilidad en los años inmediatamente anteriores a la guerra del Chaco. Otros dignos y sacrificados educadores cumplían su cometido en ciudades, villas y pueblos del interior.
Manuel Amarilla (1864-1918), que obtuvo su título de Profesor Normal en Buenos Aires, promovió en 1395, desde la presidencia del Consejo Superior de Educación, la apertura de las dos primeras Escuelas Normales. Su acción resultó también decisiva para el establecimiento y difusión de la enseñanza graduada. En la primera década del siglo, desempeñó las funciones de Director General de Escuelas y ocupó cátedras de su especialidad en institutos de formación del magisterio:
Adela Speratti (1865-1902), formada por educadoras norteamericanas en la Escuela Normal de Concepción del Uruguay (Entre Ríos), ejerció la docencia en a Argentina y en 1890 regresó a nuestro país. Primera directora de la Escuela Normal de Maestras, hasta su temprana muerte fue el alma de esta institución, a la que contribuyó a darle el alto nivel pedagógico que desde el primer momento tuvo. Su hermana Celsa Speratti de Garcete (1868.1938) fue su principal colaboradora y por breve lapso la sucedió en las funciones directivas.
Ramón I. Cardozo (1876-1943), dedicó más de cuarenta años a la actividad docente, a la cual se incorporó antes de obtener su diploma de maestro. En Villarrica, de donde era nativo, ejerció por casi un cuarto de siglo cátedras en el Colegió Nacional y en la Escuela Normal, de la que fue también Director y reorganizador.
En 1921, el Presidente Gondra lo llamó a la capital para confiarle la Dirección General de Escuelas que llevaba aneja la dignidad de Presidente del Consejo Nacional de Educación. Permaneció trece proficuos años en tan relevantes funciones y su labor alcanzó notable trascendencia.
A Cardozo se debe la reforma de la enseñanza del año 1922. Difundió él entre sus subordinados el conocimiento de las nuevas corrientes pedagógicas, especialmente el de la llamada escuela activa, para cuyo efecto fundó la revista “La nueva enseñanza” y habilitó en el local del Consejo de su presidencia una biblioteca pedagógica con un régimen de préstamos a domicilio para los docentes. Promovió, además, los planteles experimentales y fue el primero en ap1icar el sistema de “test” y en llevar a cabo mediciones antropométricas en las escuelas del Paraguay. Obra suya fue, también, la reforma de la enseñanza normal de 1933.
Entre sus publicaciones, se cuentan “Educación panamericana”, Pestalozzi y la educación contemporánea”, “Proyecto de legislación escolar”, Reforma escolar” y “Nueva orientación de la enseñanza primaria”, reeditadas estas dos en su libro “Por la educación común”, así como también tres volúmenes de “Pedagogía de la escuela activa”. Fue autor, asimismo, de tres tomitos de “El Paraguayo”, manual de aprendizaje de la lectura para los primeros años de la escuela elemental.
Catedrático de Historia del Paraguay, Cardozo dejó como resultado de sus investigaciones, “El Guairá” y “Melgarejo”, dos obras originales y bien documentadas.
Como representante paraguayo, concurrió a conferencias internacionales de educación.
Manuel Riquelme (1885-1961), maestro diplomado en Asunción, completó su formación en la Escuela Normal de Paraná, donde obtuvo los títulos de mayor jerarquía que otorgaba ésa institución.
En el orden directivo de la educación, fue Director de la Escuela Normal de Profesores “Presidente Franco”, Director General de Escuelas y Secretario del Ministerio de Instrucción Pública. Enseñó Filosofía, Psicología y disciplinas afines en la Escuela Normal y en el Colegio Nacional. Organizó la primera Escuela de Humanidades y tomó parte en la fundación de la segunda de ellas, antecedentes ambas de la actual Facultad de Filosofía, y en los últimos años de su vida regentó la Universidad Popular, instituto privado de divulgación de nivel superior.
Desde la Dirección General de Escuelas y otros cargos, Riquelme influyó en la reforma de los planes de enseñanza, en el establecimiento de consejos regionales de educación y en la fundación en localidades del interior de las ya mencionadas escuelas normales elementales.
Entre otras publicaciones suyas, recordaremos “Reforma del plan de estudios de las Escuelas Normales”, “Filosofía y educación”, “Educación romántica” y “Lecciones de Psicología”. Tres de sus libros, “Esfuerzo”, “Aspiración” y “Solidaridad”, sirvieron por varios años de textos de lectura en las escuelas primarias.
María Felicidad González, discípulas de las hermanas Speratti, completó el profesorado, con honores, en Paraná, en 1907. Ejerció la cátedra de Pedagogía y durante muchos años fue Directora de la Escuela Normal. Actuó en los movimientos feministas e integró la delegación paraguaya a la VII Conferencia Panamericana, celebrada en Montevideo en 1933: es la primera mujer que en América ha tomado asiento en una reunión internacional de esa categoría.
Entre las publicaciones de orientación para educadores, cabe recordar la “Revista de Instrucción Primaria”, del Consejo de Educación, y “La Enseñanza”, de la Asociación Nacional de Maestros, dirigidas ambas por Juan R. Dahiquist, y “La Nueva Enseñanza”, ya mencionada, que fundó Ramón I. Cardozo cuando era Director General de Escuelas.

LA ENSEÑANZA MEDIA Y PROFESIONAL
Hasta la habilitación del correspondiente curso en el de San José, en 1908, la enseñanza media se hallaba exclusivamente a cargo de institutos oficiales en la capital interior.
Regia desde 1904 el llamado Plan Franco, elaborado por Manuel Franco (1870-4919), entonces Rector del Colegio Nacional, .y aprobado por la Ley de Enseñanza Secundarias. En virtud del mismo, el ciclo del bachillerato duraba seis años y comprendía de manera equilibrada, las humanidades, las ciencias exactas, físicas y naturales y las lenguas vivas. Alcanzó su vigencia hasta 1931 y en el transcurso de la misma se incorporaron en el sistema los primeros establecimientos privados.
El Colegio Nacional, fundado en 1877, seguía siendo el más importante centro formativo de la juventud: el nivel de la enseñanza; la jerarquía moral e intelectual de sus profesores y el número de sus alumnos le asignaban de modo indiscutible esa situación. Además y a partir de 1906, comenzó la construcción de un moderno y amplio local destinado a sustituir a las antiguas viviendas adaptadas para la enseñanza. Un gabinete de física, otro de ciencias naturales y un laboratorio de química, además de la biblioteca, completaban el material didáctico. La Biblioteca Nacional que por mucho tiempo ocupara parte del edificio del Colegio se trasladó a instalaciones especialmente erigidas para el efecto, en la misma manzana, donde hoy tiene su asiento el Archivo Nacional.
Durante el primer tercio del siglo, Juan Cancio Flecha, Manuel Gondra, Inocencio Franco. Cleto Homero, Manuel Domínguez, Manuel Franco, Cleto J. Sauichez, Juan E. O’Leary, Emeterio González, Ignacio A. Pane. Estanislao Pereira, Eligio Ayala, Viriato Díaz Pérez, Pedro Bruno Guggiari, Gustavo Crovato, Tomas Osuna, Juan B. Nacimiento, Manuel Riquelme y Juan Vicente Ramírez, entre muchos otros igualmente meritorios, tuvieron a su cargo el rectorado del instituto o ejercieron la cátedra, con dignidad y saber.
En 1931, siendo Justo Pastor Benítez ministro de instrucción pública, el plan de estudios secundarios sufrió profunda modificación: se cambió el orden de las materias, fueron suprimidas algunas y agregadas otras y su extensión total se redujo a cinco años. Para el ingreso de los bachilleres en la Universidad, se requería la aprobación previo de un curso preparatorio especializado.
El plan de 1931 dio lugar a objeciones y un Congreso de Educadores, reunido en 1939 por convocatoria del Ministerio de Instrucción Pública, recomendó su reforma. Tomando como base las deliberaciones de dicha asamblea, se formuló un nuevo plan, cuya aplicación comenzó en 1940. Guardando en general similitud con el Plan Franco, contemplaba los adelantos de la ciencia pedagógica y el notable desarrollo de los conocimientos humanos.
La enseñanza profesional, además de los cursos especializados del Instituto Paraguayo ya mencionados y que gozaban de subvención oficial, se impartía en la Escuela Nacional de Agricultura, dirigida sucesivamente por Moisés S. Bertoni, por Anastasio Fernández y por otros técnicos paraguayos, y asentada en Santísima Trinidad, y en las Escuelas Agropecuarias Regionales, de nivel más elemental, que fueron estableciéndose en Villarrica, Concepción, Caazapá y otros puntos del interior. Poco después de la guerra, comenzaba el experimento pedagógico de las Escuelas Vocacionales, Institutos formativos de dirigentes de la educación rural, que funcionaron en Yaguaron, Ybytimi. San Juan Nepomuceno, Capitán Bado y otras poblaciones.

INSTITUTOS PRIVADOS
En julio de 1904, con autorización de S. S. León XIII y por gestiones del Obispo Bogarin, sacerdotes vascos franceses abrían en Asunción el Colegio de San José, primero de los institutos privados que establecería cursos secundarios. Sus promociones de bachilleres han egresado de manera ininterrumpida desde 1913.
El Colegio de San José, desde sus años, iniciales, influyó notoriamente en la vida religiosa y cultural de la República.
A los PP. Tounedou, Losthe, Cestac, Chenu, Bellocq, Pucheu. Saubatte. Nuutz y otros sacerdotes y legos franceses de grandes servicios, se han sumado españoles, latino-americanos y paraguayos, éstos ya después de la guerra del Chaco.
El Colegio de San José promovía el cultivo de las letras entre sus alumnos, los familiarizaba con la cultura francesa y europea en general y les proporcionaba una sólida formación católica. Desde 1909, ha funcionado una Academia Literaria, que sostuvo publicaciones de interés y en la década siguiente se fundaba la Asociación de Ex-Alumnos. Desde los primeros años de su acción en el Paraguay, los religiosos de esta casa de estudios prepararon manuales explicativos de las diversas materias de los planes primario y secundario, de innegable utilidad para los estudiantes.
La antigua Escuela Alemana, transformada en Colegio Alemán, también estableció desde 1934 cursos de bachillerato, en tanto que la escuela Italiana “Regina Elena”, habilitada por la colectividad de ese origen en 1908, introdujo idéntica innovación en la misma década del 30 al 40.
Poco después de 1920, una misión privada norteamericana organizaba el Colegio Internacional, pronto trasladado a amplias y funcionales instalaciones. Su curso secundario fue inaugurado en 1927 y los primeros bachilleres obtuvieron sus diplomas cuando ya se libraban las batallas iniciales de la guerra del chaco. Este instituto fomentó grandemente la práctica de los deportes y, entre otras novedades, se le debe la introducción del básquetbol en el Paraguay.
Monjas salesianas dirigen desde 1900 el Colegio de María Auxiliadora, que por un tiempo mantuvo cursos de comercio y ha dedicado especial atención a la enseñanza normal.
Religiosas españolas establecieron en 1915 el Colegio Teresiano que al cabo de unos años agregó la enseñanza secundaria a la primaria con la que había comenzado su acción.
La Compañía de Jesús volvió al Paraguay en vísperas de la guerra del Chaco y abrió de inmediato el Colegio Cristo Rey.
Los Colegios de la Providencia y Monseñor Lasagna, de fines del siglo anterior, también acrecentaron sus planteles.
Diversas escuelas primarias particulares, laicas las unas y confesionales las otras funcionaban en la capital y en el interior: en 1910, su número alcanzaba a 41.
Para la época de la guerra del Chaco, merecían especial mención en el interior, el Instituto San José y una escuela femenina, ambos en Concepción y perteneciente a la orden salesiana, la cual también sostenía una importante Escuela Agrícola en Ypacaraí.
E 1933, la inauguración del Secretariado Paraguayo de Niñas abría nuevas posibilidades para la formación profesional del de la mujer.
Para los institutos secundarios privados regia el sistema de incorporación a un establecimiento oficial de idéntico nivel: catedráticos de éste, con calidad de interventores, tomaban los exámenes finales de cada curso a los alumnos de aquéllos. El procedimiento se mantiene en general hasta nuestros días.

LAS ESCUELAS DE COMERCIO
Mención especial merecen las Escuelas de Comercio que por espacio de más de cincuenta años sirvieron de centros formativos de Contadores Públicos y Peritos Mercantiles.
La primera de ellas se constituyó corno Centro de Contabilidad en la década inicial del presente siglo, por iniciativa del Centro de Empleados de Comercio y para proporcionar formación profesional a los socios de esta entidad gremial. Su vida y crecimiento se debe principalmente a la acción sostenida y abnegada del brasileño Jorge López Moreira y del paraguayo Alfonso B. Campos (1881- 1961).
La Escuela de Comercio “Jorge López Moreira”, así llamada en homenaje a su fundador, pronto rebasó sus objetivos iniciales y amplió las bases de su enseñanza. Desde los comienzos contó con apoyo oficial y se le permitió utilizar las instalaciones del Colegio Nacional. Fue nacionalizada poco antes de la guerra del Chaco.
Con el correr del tiempo, creció el número de escuelas de comercio, casi todas de propiedad privada, en Asunción y en el interior. Contribuyeron ellas eficazmente a facilitar el acceso a la educación secundaria a los jóvenes desprovistos de recursos, pues su enseñanza habilitaba desde el primer curso para el ejercicio de empleos remunerados. Se les debe, también, la formación de una clase media intelectual en las ciudades y pueblos del interior muy útil en todos los órdenes de la vida paraguaya.

LA UNIVERSIDAD
Como hemos visto, en 1900 la Universidad Nacional comprendía las Facu1tads de Derecho y Ciencias Sociales y e Ciencias Médicas, el Colegio Nacional de la capital y los cuatro institutos secundarios del interior, estos últimos con solamente los tres primeros años del plan de estudios.
La Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, con sus cursos de abogacía y de notariado, fue ampliado y modernizado el campo de su enseñanza, con materias nuevas como la Sociología y la Historia Diplomática.
El gran vacío producido por los sucesivos fallecimientos de Benjamín Aceval y de Ramón Zubizarreta, acaecidos respectivamente en 1900 y 1902, fue llenado con la incorporación a la docencia de Cecilio Báez, Manuel Domínguez, Teodosio González, Antolin Irala, Emeterio González, Félix Paiva, Federico Codas, y otros hombres de estudio diplomados en la propia Facultad. En años posteriores, se incorporarían a la cátedra Eusebio Ayala, Ignacio A. Pane, Eladio Velázquez, Enrique Bordenave, Luís De Gasperi, Luís A. Argaña. Justo Prieto y otros profesores más jóvenes. Varios de los aquí mencionados serían autores de tratados y manuales de las disciplinas de su especialidad.
De la Facultad de Ciencias Médicas, en 1904 egresaban los primeros doctores. Para 1909 alcanzaría su número a 38, siendo los primeros de la lista en orden cronológico Andrés Barbero, Eduardo López Moreira, Juan Romero y Manuel Pérez. Por su parte, José P Montero, diplomado en Buenos Aires, organizaba con grandes sacrificios la Maternidad y la Escuela de Obstetricia, de notable trascendencia social.
Clausurada en 1909, la Facultad fue reabierta en 19016, reorientada pocos años después por una brillante misión de profesores franceses a los que se sumarían italianos y alemanes, reforzada con la nacionalización del Hospital de Clínicas y la fundación de institutos especializados, y nueva y definitivamente organizada en 1932.
Después del núcleo fundador de Velázquez, Insfrán, Duarte y Peña, fueron catedráticos el ya mencionado Montero y Luís E. Migone, Justo P. Vera, Ricardo Odriosola, Esteban Semidei, Alejandro J. Dávalos y otros médicos, perfeccionados casi todos ellos en los principales centros científicos de Europa. En la década del 30, les sucedieron Carlos Gatti, Julio Manuel Morales, Gustavo González, Pedro De Felice, Manuel Giagni, Ramón Doria, Manuel Riveros, Juan Max Boettner y otros catedráticos más jóvenes, algunos de los cuales permanecen en nuestro tiempo en la función docente.
La antigua Escuela de Farmacia recibió notable impulso y elevó el nivel de enseñanza con el concurso de Pedro Bruno Guggiari (1885 – 1933) y Gustavo Crovato, formados en universidades europeas, a los que se sumaría más tarde Ricardo Boettner, y ha servicio de base a la actual Facultad de Química.
Aunque la ley fundacional de 1889 disponía la creación de una Facultad de Matemáticas, ello no tuvo efecto. En 1921, con la dirección del capitán de navío Elías Ayala, se establecía la Escuela de Agrimensura, y en 1926, con el concurso de ingenieros paraguayos formados en Europa y Estados Unidos y de emigrados rusos zaristas, inauguraba sus actividades la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, con cursos de ingeniería civil y agrimensura. Aconteció esto en la presidencia de Eligio Ayala y siendo Adolfo Aponte ministro de instrucción pública. Durante la primera década de actividades de la institución, ejercieron el decanato Juan B. Nacimiento, Albino Mernes y Francisco Fernández.
En 1931 y dependiente de la Facultad de Derecho, se disponía la habilitación de la Escuela Libre de Ciencias Políticas y Económicas, base de la futura facultad, y poco después la Escuela Libre de Humanidades, dirigida por Manuel Riquelme servía de antecedentes a la Facultad de Filosofía. También es de entonces la Escuela de Odontología, anexa a la Facultad de Ciencias Médicas, que no llegó a funcionar por el estallido de la guerra.
El gobierno de la Universidad estaba a cargo de un Rector, a la vez Presidente del Consejo Secundario y Superior, y dependía directamente del Ministerio de Justicia. Culto e Instrucción Pública.
En 1929, se dictó la ley Nº 1.048 de Autonomía Universitaria. Profesores, alumnos y egresados no docentes concurría a la formación del Consejo Superior Universitario, presidido por el Rector. Similar principio se aplicaba para el régimen interno (le las diversas Facultades, y se reglamentaba la carrera docente, al mismo tiempo que se establecía la ciudadanía universitaria.

ESTABLECIMIENTOS MILITARES DE ENSEÑANZA
En 1897 y en usufructo de becas ofrecidas por el gobierno de Chile, se trasladó a ese país un grupo de jóvenes destinados a seguir la carrera de las armas. Gozaba entonces la escuela militar chilena de prestigio continental y habían intervenida en su orientación calificados instructores del Ejército Imperial. Alemán. Los oficiales paraguayos formados en Chile, sumados a un grupo más reducido de egresados de los institutos militares y navales de la Argentina, introdujeron en el Ejército y en la Marina las concepciones tácticas, las normas de organización y los métodos de instrucción de mayor aceptación en esa época.
En 1905 y con la dirección del entonces mayor Manija Schenoni, graduado en Chile, se organizó la primera Escuela Militar, Aunque de corta duración, sirvió para formar un grupo de oficiales profesionales de larga actuación en las instituciones armados.
En 1908, se habilitaba la Escuela Naval de Mecánicos que funcionó varios años y proporcionó técnicos a la Armada y a las industrias privadas.
En 1915, en la misma época que se promulgaba la Ley de Servicio Militar Obligatorio, se disponía la fundación de la Escuela Militar. Ejercía entonces la Presidencia de la República Eduardo Schaerer y era Ernesto Velázquez su ministro de guerra y marina. La dirección del instituto le fue confiada al Coronel Schenoni, autor del plan de estudios y orientador de la formación de los oficiales por espacio de varios años. A éste lo sucedieron hasta la guerra del Chaco los mayores José Félix Estigarribia, Camilo Recalde y Arturo Bray.
Objetivo esencial de la Escuela Militar era la afirmación de un cuadro profesional de oficiales capaz y apartidista. El nivel del a enseñanza se mantuvo alto; Además de los militares que tenían a su cargo las cátedras profesionales y la instrucción, profesores civiles de jerarquía reconocida dictaban clases de humanidades y ciencias. La primera promoción de tenientes egresó en 1917, y para 1932 los graduados de la Institución constituían buena parte de los cuadros medios y subalternos de las fuerzas armadas.
En 1914 y a cargo de Silvio Pettirossi, se había dispuesto la apertura de una Escuela de Votación, malograda por la muerte de aquél cuando piloteaba precisamente el aparato destinado a la institución.
La Esencia de Aviación Militar, establecida en Campo Grande hacia 1927, contó con el concurso sucesivo de Instructores franceses y argentinos y sirvió de base para la Aeronáutica Militar.
Poco después se fundaba la Escuela de Especialidades de la Armada, con asiento en los Arsenales de Guerra y Marina, en Puerto Sajonia, para la formación de expertos maquinistas, mecánicos, electrotécnicos y automovilistas. Años más tarde se inauguraría la Escuela de Artes y Oficios de la Armada.
En 1928, con gran concurrencia de estudiantes universitarios y secundarios y bajo la dirección del entonces mayor Camilo Recalde, comenzó a funcionar la Escuela de Oficiales de Reserva.
En 1931 y 1932, con el concurso de una misión militar argentina encabezada por el coronel Abraham Schweitzer, desarrolló sus actividades la Escuela Superior de Guerra que nucleó a capitanes y jefes jóvenes para habilitarlos para las funciones de Comando y Estado Mayor.
Además, se dictaron los reglamentos de las diversas armas y servicios y se los mantuvo actualizados, al propio tiempo que se estimulaba a los oficiales a publicar estudios de carácter profesional.
Corresponde recordar también en la presente reseña la Escuela de Policía, organizada en 1930 para el adiestramiento de la oficialidad y tropa de los cuerpos de seguridad, y la Escuela de Aprendices Músicos, de la misma repartición, que por años desarrolló interesante acción y contó con la dirección de maestros de banda italianos y paraguayos.

PROFESORES CONTRATADOS Y BECARIOS PARAGUAYOS EN EL EXTERIOR
Desde la contratación de Ildefonso A. Bermejo, hace ya más de cien años, han actuado profesores y misiones culturales y técnicas extranjeras en nuestro país. Con la cooperación de docentes europeos y americanos, se pudieron fundar el Colegio Nacional, el Seminario, la Escuela de Derecho la Universidad Nacional. Zubizarreta, Olascoaga. Valiory, Anisits, Elmassian y Eertoni ocuparon la cátedra, fundaron institutos especializados, trazaron planes de estudios y participaron de la orientación de la enseñanza en los últimos años del siglo pasado y en los iniciales del presente.
Instructores militares de diversa procedencia actuaron en el Paraguay en el período del cual nos estamos ocupando. Una comisión de jefes y oficiales alemanes, para el adiestramiento de la oficialidad y la tropa, prestó útiles servicios, aproximadamente entre. 1910 y 1914. Para el perfeccionamiento de los oficiales del Ejército y la Aviación, en 1927 fue contratada una misión militar francesa. Ya nos hemos referido a la misión argentina que tuvo a su cargo la Escuela Superior de Guerra hasta la iniciación de las hostilidades en el Chaco.
Entre 1927 y 1931, cumplió tareas de reorganización y enseñanza en la Facultad de Ciencias Médicas una muy calificada misión francesa. La encabezaba el académico Henri Roger, Decano de la Facultad de Medicina de Paris y catedrático de fisiología, y formaban parte de ella los profesores Lefas, Py, Delamare, Andrés y Gery. Además, actuaron en idéntico menester y en la misma época, los italianos Gaetano Martirio, más tarde ministro de relaciones exteriores en su patria, y Claudio Natale, y otros destacados hombres de ciencia. Todos ellos eran verdaderos maestros, de sólida preparación y de aptitudes docentes. Su labor fue de gran utilidad y contribuyó al alto nivel que caracteriza a los estudios médicos en el Paraguay.
El naturalista alemán Carlos Fiebrig fue contratado para organizar y dirigir el Jardín Botánico y Museo de Historia Natural, que en los años inmediatamente anteriores a la guerra del Chaco alcanzó notoria importancia. Precursores suyos en el cultivo, y enseñanza de las ciencias naturales habían sido el húngaro Daniel Anisits, los suizos Emilio Hassler y Moisés S. Bertoni y el paraguayo Teodoro Rojas. Fiebrig publicó monografías especializadas y formó aventajados discípulos en el Paraguay.
Para la enseñanza de las lenguas vivas en los institutos secundarios, fueron contratados en diversas épocas profesores europeos.
Aunque no vinieron expresamente para el efecto, deben ser recordados los emigrados rusos… los ingenieros y matemáticos Conradi, Sispanov, Krivosheim, Bobrovsky y otros, que con su cooperación hicieron posible el funcionamiento regular de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
En el período al cual hacemos referencia, todos estos contratos de técnicos y catedráticos extranjeros debían ser costeados con los recursos financieros del Estado Paraguayo.
Igualmente y desde los comienzos del siglo XX hasta el estallido de la segunda guerra mundial, existió un sistema de becas para estudiantes y graduados paraguayos, financiado íntegramente con fondos del tesoro nacional.
En 1903 y previo concurso, fueron comisionados a Italia los primeros estudiantes de bellas artes: los pintores Juan Samudio y Pablo Alborno y el músico Fernando Centurión de Záyas.
Por ley del 1º de agosto de 1905, se reglamentó el régimen de concesión de becas para cursar estudios medios y superiores en el exterior, y por resolución ministerial del 5 de abril de 1906, se acordó ayudar con el pago de pasaje a los estudiantes paraguayos que viajaban sin beca a completar su formación. En ambos casos, se estableció un sistema de fianzas y de control, para evitar que el fisco resultara defraudado.
Al amparo de estas disposiciones libérrimas, médicos y abogados fueron a perfeccionarse en los más afamados centros científicos europeos, estudiantes más jóvenes cursaron las carreras de medicina, arquitectura y finanzas o se especializaron en bellas artes y humanidades en Francia, en tanto que otros seguían ingeniería en la misma Francia, en Gran Bretaña y en Bélgica, química y medicina en Alemania, odontología, agronomía e ingeniería mecánica, civil, electrotécnica y naval en los Estados Unidos.
De los 38 primeros doctores en medicina, para 1911, 21 habían sido becados para cursos de dos años de perfeccionamiento en Europa, y más tarde siguió en vigencia el sistema. Para el mejor egresado de la Facultad de Derecho, también existía la bolsa de viaje a París.
En las Universidades de Buenos Aires y Montevideo, hubo siempre gran número de becarios paraguayos que estudiaban medicina, odontología, química, ingeniería, arquitectura, agronomía, veterinaria y otras carreras.
En 1903, un pequeño grupo de jóvenes paraguayos fue comisionado a seguir sus estudios en el Colegio Militar de la Argentina. De 1905 a 1914, otros capitanes y mayores completaron su formación en academias y unidades de combate del Ejército Imperial Alemán, en tanto que por esos mismos años oficiales subalternos eran enviados en misión de estudios a Chile. Después de la primera guerra mundial y hasta 1932, oficiales subalternos eran becados en Chile y la Argentina, en tanto que jefes recién promovidos a esa categoría recibían destinos e Francia, Italia y Bélgica: los mayores Estigarribia, Ayala, Irrazábal, Fernández, Recalde y Delgado, que ocuparían los mas altos mandos durante la contienda chaqueña, tuvieron entonces la oportunidad de ampliar sus conocimientos y recoger las experiencias de los vencedores de la reciente guerra mundial.
También clases e individuos de tropa fueron enviados a la Escuela de Mecánica de la Armada, de Buenos Aires.
BIBLIOGRAFIA
Rafael Eladio Velázquez “Breve Historia de la Cultura en el Paraguay”
Emilio Uzcátegui, “Panorama de la educación paraguaya”
Santiago Sánchez, “Estadística educacional del año 1955”
Amadeo Báez Allende, “Reseña histórica de la Universidad Nacional”

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