sábado, 13 de junio de 2009

EL APORTE JESUITICO A LA CULTURA PARAGUAYA

Enrolados en una orden militante y en plena expansión, los religiosos de la Compañía de Jesús tuvieron gran influencia en el desenvolvimiento cultural del Paraguay durante los siglos XVII y XVIII. En parágrafos especiales, nos ocupamos de su notable labor misional, de la Importancia de su colegio de Asunción, de la imprenta que funcionó en las reducciones, de la extensa y perdurable producción de sus cronista y de su intervención en el cultivo y difusión de las bellas artes.
En otros campos, afines, fue de no menor trascendencia la acción cultural de los jesuitas.
Tomaron ellos gran interés en el estudio y aprendizaje de las lenguas indígenas, a tal punto que según la Carta Anua de 1813 de cincuenta y dos sacerdotes que entonces pertenecían a la provincia jesuítica del Paraguay, no pasaban de tres los que no poseían alguna de ellas. Fueron los jesuitas quienes sistematizaron el guaraní, ordenando las reglas gramaticales que hasta hoy se aceptan y elaborando los primeros vocabularios. Se destacaron en esta materia, ya en los primeros tiempos los PP. Lorenzana, Cataldino y Masseta, y muy especialmente nuestro compatriota el P Roque González de Santa Cruz. Pero el más eminente lingüista fue el P. Antonio Ruiz de Montoya (1585 1652) peruano, autor del “Tesoro de la lengua guaraní”, aparecido en Madrid, en 1639, seguido en 1640 del “Arte y vocabulario de la lengua guaraní’, que parece haber sido escrito 1617 o 18 y de un “Catecismo de la Lengua guaraní”, también de 1640.
Tuvieron, igualmente, los jesuitas a su cargo la enseñanza en la Universidad de Córdoba fundada en 1613 por el ya mencionado Fray Hernando de Trejo y Sanabria, En sus aulas, se formó la mayor parte del clero paraguayo y de nuestros graduados universitarios de la época colonial. A través de ellos, también se proyectaba la influencia jesuítica en la vida cultural de entonces.
Por último, cabe recordar los estudios y descripciones producidos a lo largo de casi dos siglos por numerosos jesuitas que enriquecieron los conocimientos de esa época en materia de astronomía, geografía, ciencias naturales y otras ramas del saber. Corresponde aclarar que no todos esos adelantos trascendieron al Paraguay civil, ni influyeron notoriamente en el desarrollo cultural de la sociedad criolla y mestiza que se estaba formando en torno de Asunción y de la Villa Rica del Espíritu Santo.

EL COLEGIO DE ASUNCION.
Además del Colegio de Asunción, fundado como ya hemos referido, en 1609, la Compañía de Jesús tenía otros siete en su provincia del Paraguay: dos en el gobierno del Río de la Plata (en Buenos Aires y Santa Fe) y cinco en el Tucumán (en Córdoba, Santiago’ del Estero, San Miguel del Tucumán, Salta y La Rioja). Todos ellos constituían importantes centros de enseñanza, y bases de operaciones para la labor evangelizadora.
Aparte de la muy concurrida escuela de primeras letras, en el colegio asunceño se dictaron cursos de Gramática, Artes Liberales y Teología Moral.El nivel de la enseñanza jesuítica era en relación con el entonces usual en la materia, y los niños jóvenes de la clase directiva, hijos de encomenderos y de oficiales superiores de las milicias provinciales, integraban de preferencia su alumnado.
La iglesia aneja al colegio servía también las necesidades del culto era muy concurrida de fieles. En 1767, al producirse la expulsión definitiva de estos religiosos, tenían en construcción un templo de grandes proporciones y de buena arquitectura, que al quedar inconcluso, se derruyó. Sus ornamentos y otros materiales fueron aprovechados a fines de este siglo para las obras de la nueva catedral, a la cual también se traspasó el tesoro y la imaginería.
Para la atención de las necesidades de su colegio y dependientes de éste, la Compañía de Jesús tenía una vasta granja con capilla en el “pago” de Tapyhipery, en el Campo Grande, en la actual ubicación de la ciudad de San Lorenzo, y extensa estancia de hacienda, fraccionada en varios puestos, en torno de la capilla de Paraguarí o Yariguaá. Ambos’ establecimientos servían además de postas o etapas en el camino de las Misiones.
Los religiosos del referido colegio influían activamente en la vida política y religiosa de la provincia, y tomaron partido en las diversas pugnas internas que se suscitaron en el transcurso de los siglos XVII y XVIII. Esta participación en el quehacer provincial, sumada a otras circunstancias relativas a sus reducciones, les produjo no pocos contratiempos. Por lo general, los jesuitas se pronunciaron contra el bando comunero, que representaba en se tiempo a la clase directiva criolla y al pueblo mestizo que estaba comenzando a tener noción de sí mismo.
Enfrentados con el Obispo Gobernador Fray Bernardino de Cárdenas, éste los expulsó de la ciudad en 1649, y sólo después de su derrota lograron aquellos ser restituidos. Nueva expulsión sufrieron en agosto de 1724, por orden de D. José de Antequera y debido a su decidido embanderamiento con el depuesto gobernador Reyes Valmaseda. Restablecidos durante el gobierno de O. Martín de Barúa, volvieron a ser extrañados en 1732 por el “Común” aliado en armas, al recibirse la noticia de la ejecución de Antequera y Mena, de la cual la opinión popular los sindicaba como principales promotores.
Esta solidaridad de casi un siglo de los jesuitas con el bando anticomunero contribuyó a restarle posibilidades de influir más acentuadamente en el desarrollo social del pueblo paraguayo.
Colegio, biblioteca y templo anejo, a los que se sumó en las postrimerías de su acción una casa de ejercicios, permanecieron abiertos hasta 1767, año en que se dio cumplimiento a la orden de expulsión de los dominios españoles dictada contra los jesuitas por Carlos III.
La clausura definitiva del colegio de la Compañía de Jesús causó grave perjuicio a la cultura paraguaya y sólo se vio subsanado éste en 1783, al abrir sus puertas el Real Colegio Seminario de San Carlos, bien dotado de recursos y con un programa de estudios vasto para la época y el lugar.

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